27.7.05

De "La poética del sentido común"
de Don Byrd:

El lenguaje no puede describirse finitamente. Desde el punto de vista de Hegel, por lo tanto, sólo es posible oscilar entre el deleite de la bacanalia o la desesperanza: el embriagador momento místico de participación en el conocimiento absoluto, y la fatal realidad de la finitud. La historia posthegeliana ha confirmado el carácter dialéctico de las instituciones occidentales. La necesidad de la historia y la contingencia de la historia están siempre cercanas. Hasta el pensamiento más simple requiere de la totalidad de la historia y de su negación simultánea. Cada experiencia es una experiencia total. “To me the meanest flower that blowe can give/thoughts that do often lie too deep for tears”, escribe Wordsworth. Dicha concentración del todo en el todo es claramente atractiva. Hace que la experiencia sea casi insoportablemente rica y significativa, pero la riqueza y el significado se otorgan a costa de una cercanía a la pobreza y al sinsentido. En cada lapso de concentración, la contingencia profunda de la “existencia perezosa” se afirma a sí misma. Se requiere del genio o de una distracción total, del filósofo o del “couch potato”. La turbulencia emocional de la era postromántica resulta de esta actitud de todo o nada; el pensamiento místico camina de la mano del nihilismo.

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