26.3.06

. . .y es entonces que me introduzco al noticiero y veo las imágenes de los trabajadores latinoamericanos que viven en Los Angeles y que se manifiestan contra la propuesta legislativa para convertirlos en criminales. Dos que tres consignas pintadas en pancartas ----cada vez más sofisticadas, el lenguaje de la protesta se integra al ingenio del marketing y la vida consensada por la estadística, y es por eso que los signos que presentan pueden acaso comenzar a revelar un grado de estilización que va más allá del mensaje de protesta cursilón y despiadadamente inerte. "NOSOTROS NO CRUZAMOS LA FRONTERA, LA FRONTERA NOS CRUZÓ A NOSOTROS."
¿Qué puede pensarse de todo esto? Bueno, primero que nada, no existirá condición alguna que evite la migración a los Estados Unidos. Son rutas establecidas por la historia. Ni el mejor arreglo económico en México, ni las mejores condiciones de vida y de trabajo y de sustento podrán evitar que mucha gente busque hacer su vida en Estados Unidos. Digamos que es parte del show y de la historia de cualquier imperio
(aquí digo imperio en su sentido histórico, no en el sentido de proclama y denuncia, como si la palabra imperio fuera depositaria de todo el mal y toda la injusticia e inequidad que existe en el mundo. Por lo menos así lo traducen aquellos que hablan de Estados Unidos como "el imperio". Herencias setenteras de rojillos cubiertos de telarañas. Es otro nuestro mundo.)
Vamos a acudir a la parte de la civilización que define y sustenta una era. En estos momentos, le toca a Estados Unidos. La fuerza de trabajo que nace en el patio trasero de Estados Unidos es hoy en día parte de la historia del capitalismo, porque finalmente, el capitalismo ha forjado a toda una civilización, y esa es la cuestión principal, como se ha comportado y qué fenómenos ha producido este sistema en la vida de nuestra civilización. En estos momentos, tiene que lidiar con parte de los desequilibrios que el sistema produce, y cuyos efectos vendrían siendo --entre otros-- la sobreproducción de una fuerza de trabajo que no encuentra sustento en sus sitios de origen y acuden al sitio que finalmente los sostiene. Y se da del otro lado: sin esa fuerza de trabajo, el sistema muy posiblemente decae, o resentiría el peso que ahora estos individuos representan.
Los pueden ver en las calles, en las fotografías de los principales periódicos del mundo. 500 000 personas reunidas en las calles, una marcha que inevitablemente deja desconcertada a mucha gente en Estados Unidos. Y eso es lo curioso: los latinoamericanos se han convertido en los forjadores secretos de esta última etapa en la historia del imperio. Y salieron a las calles. Y ahora todo mundo puede ver que están ahí, no como sujetos anónimos que arreglan techos o mantienen los jardines o lavan los platos o preparan la comida en los restaurantes. Ahora se presentan como la columna vertebral de la economía estadounidense.
(je je je. . .bonito susto de han de haber sacado.)

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