Eres, Luz, olor a medianoche, sonido de calles vacías, vino escanciado en copa que se ofrece a la luna, luna de brillo insospechado, caricia a las tres de la tarde, una mirada siempre pasajera, el tacto del pie descalzo en la arcilla, plática cerrada al compás de las olas. Silueta, muda silueta, sonrisa, muda la seducción constante del sonido de una voz que no se escucha o que no se puede imaginar al momento de ser escuchada. Eres la huella de una emoción encontrada a mitad del camino, o el árbol bajo el cual reposo y cierro los ojos para descansar, para pensar en todo lo que emanas.
Luz vaso de agua a mitad de la noche, o dedos mojados que tocan el espacio brevísimo entre el lóbulo de la oreja, y una nuca que siempre simula en su trazo al desierto, ojos que se reconocen desde eso que llamamos el principio de los tiempos. Llovizna a las tres de la madrugada, una morada en el camino donde se resguardan los sueños, el medroso andar de una mesera de cafetería matutina (ahí donde el café sabe al dibujo de tus caderas), baile desértico, un solaz para el que cae en sensiblerías, la frialdad de un hombro que pasa de lado sin musitar el más mínimo gesto de reconocimiento, banca de plaza donde han reposado historias de amantes y desamados, sirena inscrita en arenas concretas, vuelo de cabellos a la distancia, beso arrojado en un viaje por carretera, beso anónimo, beso siempre anónimo que se queda en mi mirada. . .
Luz, descanse en ti mi reverencia constante
Luz, descanse en ti mi reverencia constante
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