16.10.06

Debió haber sido el exceso de cafeína.
Inicié no hace pocos minutos una búsqueda intrépida en las cajas de mis libros. Mis libros que llevan más de un año en cajas. Libros que había abandonado hace mucho tiempo. Fue una búsqueda intrépida y hasta el momento no tengo la menor idea de qué estaba buscando. No era un libro en especial (¿o sí?). Era la simple búsqueda como tal.
Hace mucho que no visitaba esos libros. Polvo. De seguro amanezco con dolor de cabeza. Y alergia. Pudo haber sido el café o pudo haber sido la muy peligrosa ración de Duvalines que consumí antes de entrar al cine a ver. . .ya ni recuerdo la película. Así de buena estaba.
Quizá me borró la memoria este exceso de cafeína este exceso de azúcar esta necesidad de buscar algo en mis libros. Me di cuenta que en realidad a eso me he dedicado. Me refiero a que leo porque busco algo. No sé qué es. Algunos dicen que es identidad, otros ni siquiera lo ven como una búsqueda. Yo creía que me gustaba leer porque simplemente me gusta escuchar historias en silencio. Pero en realidad me di cuenta que siempre estoy buscando algo en los libros.
¿Qué demonios estoy buscando?
Me di cuenta que hay una buena cantidad de libros que compré compulsivamente, un par de meses antes de irme a estudiar a la ciudad de Santiago, Chile. Buena cantidad de libros llegué a ver en Chile. Allá sí leen. Aunque leen mal. Compré un montón de libros que ni siquiera recordaba tener. "Tener". Lo que pasa es que comprar un libro es poseer algo. Claro, aquí iniciaría una serie de divagaciones románticas acerca del libro y sus sentidos, pero yo no soy así. Me refiero a que no me gusta romantizar a los libros. Lo que no quiere decir que no soy romántico. Especialmente cuando la cafeína y el azúcar y una fotografía que permanecerá anónima me llenan de eso que los ancianos llamaban "júbilo".
Todos esos libros que compré son de narradores nuevos. Dos, tres novelas publicadas a lo máximo. No he leído muchos de estos libros. Pero puedo asegurarles que el conjunto de esas compras contribuyó a que un triste empleado de la editorial Tusquets pudiera cobrar su quincena. Quién sabe, probablemente él también quiere escribir.
No tengo la menor idea de qué es lo que estoy buscando. Pero muchos de los libros con los que me acabo de re-enfrentar fueron libros que leí como si estuviera buscando algo. Fórmulas. Visiones. De esas risas incontenibles que única y exclusivamente se obtienen leyendo. Cuando uno se ríe de un pasaje extraído de un libro, se ríe con una plenitud que no encuentra en otro tipo de situaciones. Las películas, los chistes de los compañeros de trabajo, nada se compara a la carcajada que puede obtenerse del pasaje de un libro. No sé porqué ocurre esto.
Dos cajas. Libros que ni recordaba que estaban ahí. Mucho polvo. Ganas de estornudar. No sé qué es lo que busco leyendo, por lo tanto, no sé qué es lo que busco escribiendo. Nunca quise indagar al respecto. Me he ido por puro impulso. A tientas. Creo que es más bonito.
Lo que no es bonito es que de pronto te salte la pregunta mientras remueves los libros en sus cajas y descubres y redescubres portadas, señuelos, alguna marca en medio de las páginas; la instintiva reacción de ver el libro de Blaise Cendrars, "El hombre fulminado", que te hace recordar aquella frase que taaaanto tiempo repetiste:
escribir es quemarse vivo
Muy inteligente, muy romántico de tu parte rescatar esa frase, convirtiéndola en el "modus operandi" de toda tu supuesta autoconstrucción de "escritor". Ah! poque la cosa es que desde hace un par de años decidiste decirte a ti mismo "soy escritor".
Sin aspavientos ni dibujos animados. Simple y sencillamente escribo. Nada de figuraciones, ni mucho menos una postura sagrada en torno a la palabra escrita. Escribo del mismo modo que consumo café. Y Duvalines. Acepto que habrá un poco de pasión en el proceso (soy una persona pasional, por lo menos así me considero. Piénsese en el tipo pasional de una telenovela chafa. así de cursi puedo ser. No. No es cierto.), pero también acepto que hasta estos momentos, no había descubierto que leo, que escribo, porque estoy buscando algo.
En el inter. . .rescaté el libro de Sexus de Henry Miller. Porque siempre que dudo, recurro a esa trilogía de Miller a la que pertenece ese libro. Y ahorita tengo dudas. Dudas porque no sé qué demonios estaba buscando hace unos minutos.
Malditos Duvalines.

3 comments:

nisel garad said...

usualmente robo mis libros, compro la otra 3 parte y la ultima son regalos. asi de facil es no encontrar lo q' no buscas.

akurtz said...

bien, siempre y cuando no se cometa el pecado capital de robarse los libros de las bibliotecas.

akurtz said...

robarle a la ley es. . .necesario. siempre y cuando no sean libros de paulo coelho. es más, creo que los libros de paulo coelho que están en la ley deberían ser maltratados, de la manera como se maltratan los gansitos o los submarinos. deberían ser mallugados hasta que nadie quiera comprarlos. ya que asumirían la condición que tienen los productos marinela maltratados: serían "remesas", así como es el pensamiento que tienen esos libros. Son remesas de pensamiento, para cuando uno no quiere gastar mucho en un producto. En el caso de libros como los de paulo coelho, en lo que no se quiere gastar es en el tiempo y el compromiso que implica hacer lecturas más confrontadoras con el acto de pensar, con el acto de existir. de modo que se prefiere un pensamiento mallugado. el "aftertaste" es un poco desagradable, ya que sientes que no te alimentaste de nada.