Las mejores películas que he visto en los últimos años son historias de amor. No se trata de las comunes comedias románticas, sino de reflexiones profundas sobre la experiencia de amar, sobre cómo el cuerpo, la mente, la memoria y la imaginación entran en juego cuando se trata de tener una persona que construye su vida mientras tú construyes tu vida en un mismo sitio, en un mismo espacio del corazón.
Y así como lo hicieron estas y otras películas, este post NO es sobre cine. Es sobre el amor.
Lost in translation es una película existencial sobre la pérdida del sentido en un mundo que hace mucho perdió la inocencia. El amor en los tiempos actuales es igual: tenemos la tendencia a perder el sentido de la existencia del amor en nuestras vidas, a partir de que perdimos la inocencia que nos hace alejarnos de un sentimiento que consideramos muy inocente. El amor, a fin de cuentas, es una sensación de plenitud natural, infantil, llena de gracia y dulzura, en torno a la vida que compartes con otra persona. En el camino, como sucede con los personajes de la historia, las pueden llegar a perderse en la traducción. Y se pierde el sentido de nuestros sentimientos.
Eternal Sunshine of the Spotless Mind es otra historia de amor, ahora dirigida a lo que la memoria inscribe en las personas que viven su vida juntos en un mundo sumamente confuso, donde incluso las sensaciones originarias --aquellas que emocionan las entrañas cuando dos cuerpos, dos almas sienten aquello que llamamos "conexión"-- se ponen en tela de juicio. Vivimos nuestras vidas de sentimientos y, si no nos detenemos en alguna parte del camino, pueden vivirse estas experiencias en eterna sospecha. El mundo no es perfecto, ahí donde todo vale todo puede asumirse como una simulación, incluso el sentimiento mismo del amor. Sin embargo, olvidamos que nadie ni nada es perfecto, como nos dice el relato de la película, ni siquiera lo que la memoria y los sentimientos van dejando en nosotros, como huellas de un pasado que siempre se siente remoto.
Son varias las películas que sensible, intelectualmente, estéticamente, nos hablan del amor en los tiempos que vivimos. The Science of Sleep es otra de ellas, un ejemplo reciente de las complicaciones que encontramos cuando vemos cómo crece la presencia de otra persona en nuestras vidas, y de cómo en un mundo lleno de inseguridades, lleno de inquietudes y angustias existenciales (para quien quiere cuestionarlas, ya que está ese otro mundo que se cierra en sí mismo y prefiere simular que la vida es color de rosa) lleno de sorpresas que bien pueden ser devastadoras, bien pueden ser sublimes, en un mundo de esta naturaleza, olvidamos unos aspectos esenciales: la devoción. la entrega. la fortaleza que surge de esto.
No es fe ciega, ni tampoco un autoengaño o una manera de amar codependiente: es el simple acto de aceptar crecer, vivir y simplemente estar en este mundo con otra persona, de permitirse asumir todas las minucias de la experiencia de vida del otro en tu propia vida. No se trata de escoger al primero o primera que esté frente a nosotros. Se trata de aceptar que ahí, en un sitio, está alguien cuyo cuerpo, cuya mente, cuya mirada, cuya voz, cuya caricia delicada es una presencia que hace un llamado para estar contigo. Y esa persona también encontró eso en ti.
Al final de la película de Eternal Sunshine. . .los personajes se reencuentran, después de un viaje en el cual ambos perdieron el sentido de lo que la memoria había dejado impreso en sus vidas, y que ambos habían decidido accionar el botón mental de "delete". En ese momento, ambos reconocen, cada quien a su manera, que la lucha resulta ser futil. Y en ese mismo momento, no les importó mucho que fuera futil. Les importó más el hecho de que ahí estaban, después del viaje, él y ella, y que cuando dos personas se quieren, es más importante vivir la experiencia de compartir la vida con el otro, porque es la mejor manera de crecer, de vivir, de imaginar, de soltar las ataduras y aceptarse uno mismo mientras acepta, mientras ama, la vida que está construyendo el otro.
Lo que odio de este tema es que me adelanto neuróticamente a la idea de que no podemos sumergirnos en el tema del amor sin antes no considerar esa palabrita llamada "cursi". Ya había señalado esto antes. Lo odio más todavía, cuando veo que hay ejemplos en el cine que nos muestran cómo en la complejidad de sus historias y planteamientos estéticos, visuales e incluso filosóficos (estas tres películas pueden considerarse como "profundas", otra palabrita engañosa), cómo detrás de estas propuestas, se encierra una sutil y hermosa historia de amor. Así son, en realidad, las historias de amor. No hay excesiva idealización, no hay autoengaño, no hay angustia. Hay, en muchas ocasiones, momentos en los que vives con otra persona aquello que llamamos paz. Ahí, "juntitos los dos/cerquita de Dios", será lo que en ese momento soñemos. Qué importa si los sueños no se cumplen tal y como los dicta la imaginación. Lo que importa es el "juntitos", reunidos los cuerpos, observando cómo opera la naturaleza, el mundo, la vida. No hay nada más perfecto que contemplar la belleza implícita en nuestras imperfecciones.
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