30.6.08

A veces, aspiramos a que nuestros cuerpos sean la concentración de todo el universo, y de pronto nos imaginamos caminando y cubiertos de estrellas.

A veces, aspiramos a silencios que solamente llegan cuando cerramos la ventana del auto y dejamos caer las gotas de sudor. No encendemos la refrigeración.

A veces, aspiramos apresurar lo lento y alentar la prisa. Que todos los momentos sean gloriosos, pero que el espasmo del tiempo pueda registrar con calma la caída de una hoja al mismo tiempo.

A veces, sólo queremos besarnos. Escondernos entre sábanas y repetir la historia de contarnos historias de infancias perdidas.

A veces, sólo quisiéramos recordar lo que se sentía cuando te raspabas las rodillas de niño. O lo que se sentía cuando una hormiga te picaba, o la sensación que produce el descubrimiento de un nuevo bicho en el jardín o en el lote baldío.

A veces, sólo a veces, simplemente se antoja acumular horas frente a cualquiera de los monitores a nuestra disposición.

A veces, es necesario exhalar.

23.6.08

George Carlin
(1937-2008)

Da la casualidad que los bufones sufren el destino de ser desplazados de la memoria colectiva, con un simple gesto que heredamos de la historia y que normalmente --como la escenificación shakespereana lo indica-- lleva al pueblo a concluir que el comediante no es más que alguien que nos hizo reír y se acabó, ni nos acordamos de sus nombres. Tomamos su cráneo de los restos del cadáver y lo arrojamos al olvido como si fuera cualquier cosa.

Como si la risa fuera sólo un "remedio" y no la manifestación diagnóstica de nuestros tiempos.

George Carlin siempre se negó a tal predicamento. Con 23 álbumes, 14 especiales para la cadena HBO, tres libros e innumerables apariciones en películas y programas de TV, el registro de su presencia es innegable, y por el momento, insondable. Este bufón, o mejor dicho, su comedia, llegó para quedarse en el imaginario estadounidense de finales del siglo XX. Para bien o para mal, fue el stand up comedian más importante en la historia de la comedia contemporánea.

(sigo pensando que la comedia mexicana es patética: nada más que manifestaciones acríticas que retroproyectan la obsesión que los mexicanos tienen por 1) una sexualidad que siempre tiene que manifestar su endeble "potencia", 2) una caricaturización de los personajes de nuestra cultura, 3) una obsesión enfermiza por referirse a los gays y travestis como si fueran personajes "chistosos". Lo repito: pa té ti co. Sobre todo si recordamos la importancia que en su momento tuvo la comedia de carpas en el México postrevolucionario.)

Muchos piensan que la comedia gringa es simplona y barata. Pero un recorrido por los conciertos de los principales comediantes de los últimos treinta años (Carlin, Bill Hicks, Richard Pryor, obviamente Lenny Bruce, entre muchos otros) pueden ayudarnos a descubrir que este oficio ha sido mucho más que contar chistes rojos para enfadar a las doñitas emperifolladas de la platea. En muchos y significativos casos, se ha tratado de una verdadera escenificación de lo que la contracultura (o lo que significó en un tiempo) podría poner sobre la mesa de discusión. Y lo hacían, y lo hizo especialmente George Carlin, con una irreverencia sin tapujos, con una inteligencia que iba más allá del simple chascarrillo para agradar al público, y con una clara intencionalidad crítica que ha dejado una huella indeleble en el ejercicio igualmente crítico de quienes consideramos que este mundo, que estas políticas que hemos vivido todos los días, que esta sociedad, que este sistema, que esta vida en general, es un reverendo pero querido y lastimero absurdo que nos va a llevar al carajo.

La mejor comedia es catártica, y el legado de George Carlin representa lo que yo creo han sido los momentos más inteligentes de subversión y catarsis que manifiesta la cultura gringa.

(es bien fácil aventarse el discursillo antiyanqui y considerar que todo lo que produce esta cultura es basura para el consumo y para el fortalecimiento "del imperio" y "del capitalismo". Lo que no debemos olvidar es la tremenda eficacia con la que los principales avatares de dicha cultura --desde bob dylan hasta el mismo carlin-- han dado voz al padecimiento del pueblo y la clase trabajadora. Sí, los gringos también tienen una clase trabajadora, igual de amolada, igual de explotada, igual de enajenada que las clases trabajadoras de todo el mundo. La única diferencia es que los almidonaron más con comida chatarra).

Pero más que eso, la comedia de George Carlin fue una comedia que tuvo al lenguaje como su personaje principal. ( http://youtube.com/watch?v=jCljFYn3zTY ) Reconoció el poder del lenguaje desde sus orígenes, no sólo como comediante de radio y de los casinos y clubes deportivos de la gringolandia cincuentera, sino por su descendencia irlandesa, sus infancia y adolescencia en los barrios neoyorquinos de la postguerra, su formación en escuelas católicas progresivas (siempre fue/es un detonante recibir una educación bajo la línea de los jesuitas), así como por el reconocimiento del lenguaje como herramienta para la liberación y para la subyugación. Como uno de los principales comediantes que emergieron de la contracultura sesentera, cuando las audiencias pasaron de ser adultos a jóvenes universitarios, Carlin pudo reconocer, con el paso de los años, cómo el lenguaje establece los parámetros que miden la eficacia de los seres humanos por discutir y criticar al estatus quo.

Y en ese sentido, todos fueron presa de su denuncia comédica: desde la religión (http://youtube.com/watch?v=MeSSwKffj9o) hasta los valores ramplones del gringo medio, desde el sueño americano (http://youtube.com/watch?v=kJ4SSvVbhLw&feature=related) hasta los manatíes come hamburguesas que ha engendrado en la actualidad (http://youtube.com/watch?v=9uJ7Ya91IGM), desde la estupidez de las "causas humanas" como la lucha contra el aborto (http://youtube.com/watch?v=61IE-SkAtug), la pena de muerte, el medio ambiente y la educación de los hijos (http://youtube.com/watch?v=AMqJvhmD5Yg), Carlin fue un bufón que estaba dispuesto a extraer su propio cráneo para decirte que, no obstante él en algún momento iba a morir, jamás podrás olvidar las consignas que él te gritó a la cara, con un lenguaje vigoroso, sensible, inteligente y enormemente conciente de su capacidad para tranformar la conciencia del individuo.

George Carlin fue uno de los seres humanos que más han influido en mi vida. Se le extrañará como jamás se le ha extrañado a un bufón.


18.6.08

Básicamente porque me impactó, y aunque prometí no andar por estos andares blogueros durante un tiempo, no pude resistir la tentación de compartirlo. Un desenlace hermoso para un final conmovedor de una novela tierna escrita por uno de los narradores más sabrosos de la era contemporánea.

De The Brooklin Follies (2006)
por Paul Auster

"Yo no era nadie. […] Eventualmente, todos moriríamos, y cuando nuestros cuerpos fueran llevados y enterrados en el suelo, sólo nuestros amigos y familiares sabrían que nosotros ya no estamos. Nuestras muertes no serían anunciadas en la radio o la televisión. O habría obituarios en el New York Times. No se escribirían libros sobre nosotros. Ese es un honor reservado para los poderosos y famosos, para los excepcionalmente talentosos, pero ¿quién se toma la molestia de publicar biografías de los comunes, los no homenajeados, la gente de trabajo que pasamos de lado en la calle y apenas y nos tomamos la molestia de notar?

La mayoría de las vidas se desvanecen. Una persona muere, y poco a poco todos los rastros de esa vida desaparecen. Un inventor sobrevive en sus invenciones, un arquitecto sobrevive en sus edificios, pero la mayoría de la gente no dejan tras de sí monumentos o logros duraderos: un gabinete con álbumes de fotografías, una boleta de calificaciones del quinto año, un trofeo de boliche, un cenicero robado de un cuarto de hotel en Florida en la última mañana de unas vacaciones apenas y recordadas. Unos cuantos objetos, unos cuantos documentos, unas cuantas impresiones que se dejaron en otras personas. Esas personas, invariablemente, cuentan historias sobre la persona fallecida, pero la mayor de las veces las fechas son revueltas, se dejan pasar algunos hechos, y la verdad se vuelve cada vez más distorsionada, y cuando a estas personas les toca morir, la mayoría de las historias se desvanecen con ellos.

Mi idea fue esta: formar una compañía que publique libros sobre los olvidados, rescatar los relatos y hechos y documentos antes de que desaparezcan –y armarlos en una narrativa continua, la narrativa de una vida.

Las biografías serían comisionadas por amigos y familiares del sujeto, y los libros serían impresos en ediciones pequeñas, privadas –desde cincuenta a trescientas o cuatrocientas copias. Me imaginé escribiendo los libros yo mismo, pero si la demanda se volviese muy pesada, siempre podría contratar a otros para ayudar con el trabajo: poetas y novelistas en ciernes, ex periodistas, académicos desempleados, […] El costo por la escritura y publicación de estos libros sería caro, pero no me gustaría que mis biografías fueran una indulgencia sólo asequible para los ricos. Para las familias de escasos recursos, visualicé un nuevo tipo de póliza de seguros en la que una suma insignificante se dispondría cada mes o quincena para solventar los gastos del libro. No sería un seguro de casa o un seguro de vida –sería un seguro de biografía.

¿Estaba loco por pensar que podría hacer un proyecto tan descabellado? No lo pensé así. ¿Qué joven dama no quisiera leer la biografía definitiva de su padre –incluso si ese padre no había sido más que un obrero o el asistente del director en un banco rural? ¿Qué madre no quisiera leer la historia de vida de su hijo policía, el que fue acribillado en la línea del deber a los treinta y cuatro años? En cada caso, tendría que ser una cuestión de amor. Una esposa o esposo, un hijo o hija, un padre, un hermano o hermana –sólo los apegos más fuertes. Llegarían conmigo seis meses o un año después de que el sujeto haya muerto. Para entonces ya habrán absorbido el fallecimiento, pero aun no lo hubieran superado del todo, y ahora que la vida diaria comenzó nuevamente para ellos, entenderían que nunca lo podrán superar. Querrán traer a su persona amada de vuelta a la vida, y yo haría cualquier cosa humanamente posible para concederles el deseo. Resucitaría a esa persona en palabras, y una vez que las páginas se impriman y la historia se encontrara empastada, tendrían algo a qué aferrarse por el resto de sus vidas. No sólo eso, sino que sería algo que los sobreviviría, que sobrevivirá a todos.

Uno nunca deberá subestimar el poder de los libros."

12.6.08

tiempo de resoluciones, desconfusiones, aclaraciones y replanteamiento de visiones. este blog se va de vacaciones.