11.5.09

¿Qué he aprendido estos últimos años de la ciudad de Mexicali?

1. Que sufrimos del síndrome Sacramento: somos la capital del estado, sin embargo, no figuramos en el esquema de comprensión de nuestra cultura. Para pensar en California, recurrimos a Los Angeles. Cuando pensamos en Baja California...
2. Nuestro nombre no es más que un anagrama tibio y sin caché que compartimos con la ciudad de Calexico, en sí, otro nombre tibio.
3. Que vivimos nuestras pasiones al interior de nuestras guaridas. Una vez que sale el sol, olvidamos lo que soñamos durante la noche.
4. Que la cultura y el arte son valores que "no se valoran," pero que todos consideran moralmente imprescindibles.
5. Que la gente es, al igual que su nombre, y como dijo mi abuelo, tibia y conservadora.
6. Que las grandes aspiraciones, como la extensión de nuestra tierra, pierden eco en cuanto intentan buscar su reverberación más allá del grito individual.
7. Que difícilmente podemos trabajar colectivamente. Y es por ello que delegamos la responsabilidad de conducir nuestras vidas al sistema. El PAN está feliz por ello.
8. Que las cosas significativas sólo pasan de lado. Somos la referencia obligada de figuras contingentes mas nunca emblemáticas. Quienes han "triunfado" fuera de nuestro entorno lo han hecho por casualidad, no por ser el resultado de una determinada identidad. Es la diferencia entre la figuración de artistas y escritores tijuanenses en el espectro nacional y ser miembro de Reik, de algún reality show o de algún certamen de belleza. Daniel Sada, hoy por hoy uno de los narradores más importantes de nuestro país, "da la casualidad" de que es de Mexicali. Pero él se fue de aquí como a los nueve o diez años.
9. Que los grandes relatos mexicalenses sólo pertenecen a nuestro fuero interno. Enrarecida es la mirada extranjera que se da cuenta de nuestras peculiaridades: un cerco fronterizo que no espanta más que el sol durante el verano, una vida subterránea llena de míticos chinos que sobreviven debajo de la tierra, una antigua y sepia novela negra que se disipó de nuestras conciencias desde que decidimos celebrar la cultura de la carne asada.
10. Odiamos la sofisticación. Nada más reprobable que un pensamiento progresista, a no decir liberal.
11. Nos pasamos nuestra libertad por el arco del triunfo. Y luego nos refugiamos en nuestras cómodas casitas refrigeradas.
12. Que los grandes proyectos sólo los pensamos de los dientes hacia fuera.
13. Que alguien, mexicalense, en algún momento de esta lectura, estará a punto de decir "pues si no te gusta, vete de aquí."
14. Que nunca somos nada, ni siquiera cuando queremos ser algo.
15. Que sólo podremos ver un cambio sustancial en la vida de nuestra cultura, cuando nos ocurra algo realmente devastador.

8 comments:

Miguel Lozano said...

Muy acertadas observaciones.

Quizá falta mencionar que la literatura mexicalense intenta desesperadamente no serlo pretendiendo serlo. Quiere aparentar que ésta no es una ciudad de campesinos y pretende que no se está tragando el campo sin transformarlo.

El día en que la literatura mexicalense acepte su lugar de procedencia, con todos sus errores, aciertos y elementos criticables, quizá comience a mejorar.

Unknown said...

En otras palabras somos Minnesota en el desierto.

akurtz said...

No comprendo mucho lo de intentar no ser pretendiendo serlo. ¿Te refieres a que la literatura mexicalense trata de no ser "mexicalense"?

Por otro lado, ¿Es Mexicali, efectivamente, una "ciudad de campesinos"?

Y finalmente, ¿qué entiendes por literatura "mexicalense"? ¿Es obligatoria la referencialidad, de modo que todas las ciudades deben apostar por su propia definición identitaria, de manera que deba existir una "literatura acapulqueña"?

(sí, suena cool eso de literatura acapulqueña. Pero sabes a qué me refiero)

Miguel Lozano said...

No creo que exista una corriente literaria en esta ciudad (ay, ¡qué observador soy!), y lo que entiendo por literatura mexicalense es simplemente la literatura que se escribe aquí, como sea. Muchas obras no están constantemente hablando sobre el parque "Héroes de Chapultepec", el "Hotel del Norte" y otros íconos citadinos. No creo que sea necesaria una constante referencialidad, y creo que escribir de los temas y lugares más variados ayuda mucho más a nuestra identidad. Pero cuando ésta existe, a veces uno no puede si no preguntarse cuál ciudad están intentando definir. Para poner un ejemplo, va esto de Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal:

En el área Mexicali-Caléxico hay dos tiendas Wal Mart®. Ofelia, Iván y Luis decidieron ir a la tienda en Mexicali porque era menos riesgoso. Wal Mart® Mexicali está ubicada en el cruce de los bulevares López Mateos y Lázaro Cárdenas, cerca de una concesionaria Ford® y otra Chrysler®. En el estacionamiento de la tienda suelen ponerse circos y ferias, atrás se abre un swap meet los fines de semana, de modo que Wal Mart® se convierte en un concurrido punto de reunión de la ciudadanía.
Aparte de, llegando a ese punto de la lectura, preguntarme: "¿y por qué estoy leyendo esto?", surge otra duda: ¿Quién en Mexicali le llama swap-meet al tianguis de la Wal-Mart? El libro está salpicado de referencias spanglish y otras cosas que no se utilizan aquí. Hay algunas situaciones, o detallitos, escritos en el libro que no sé de donde habrán salido. Sin embargo, ese fragmente y muchos otros no son más que definiciones de lo que Mexicali tiene y Mexicali es.

Ahora vamos con el ejemplo obvio, e imposible de no mencionar (Trujillo), esto es del libro Tijuana City Blues:

–Busco al licenciado Sepúlveda –explicó Morgado.
–Aquí me tiene –dijo el muchacho, muy orondo.
–¿Acabas de recibirte? –preguntó Morgado, cauteloso.
–Hace un año. Primer lugar en mi generación. ¿En qué puedo servirle?
–Me contrató la esposa del piloto del helicóptero, para que investigara la desaparición de la nave y descubriera la suerte de sus tripulantes.
–Bueno, usted sabe que... –quiso atajar el abogado recién graduado.
–Yo sólo sé que Jesús Bull, el piloto, estaba contratado por ustedes para hacer un censo de las cactáceas de los desiertos de Sonora y Baja California. Que el pasado 10 de junio –y esto es, hace 28 días– desapareció durante el tercer vuelo que realizaban al sur de San Felipe. Que todas las búsquedas emprendidas por cierlo, mar y tierra han sido inútiles. Y que la versión oficial es que cayeron al mar y que los tiburones se merendaron a los tripulantes sin dejar rastro... O al menos esa es la versión de las autoridades correspondientes.
–Bueno, como síntesis es... ¿cómo decirle?
–No me lo digas. –lo interrumpió Morgado–. Lo que sé no me interesa en este momento. Lo que no sé es lo que me intriga y me ha hecho acudir aquí, contigo. Tengo entendido que tú contrataste a Jesús Bull. ¿Por qué a Jesús Bull en especial y no a un piloto de aquí, de Mexicali?

El joven licenciado Sepúlveda sonrió como el protagonista de un anuncio de pasta dentrífica. Morgado vio el brillo de dos coronas de oro en sus dientes frontales. Y casi pudo contemplar su propia figura en aquel espejo dorado. "Otra fachada", arguyó para sí, "de seguro es cualquier cosa menos oro".
En efecto: Otra fachada. El mexicalense que hable como los personajes de Gabriel Trujillo está todavía por verse.

No quiero que se malinterpreten mis comentarios. No es necesaria una literatura "realista" o que todo "escritor local" (fea etiqueta, pero certera) retrate fielmente el habla chicalense, el caso es que no hay ninguno. Y a eso precisamente me refiero: La literatura mexicalense pretende ser local, pero no lo es. Los personajes pretenden ser mexicalenses, pero no lo son. Los lugares pretenden ser Mexicali, pero parecen estar avergonzados de describirlo como realmente es.

Me he referido principalmente a narrativa, porque es lo que prefiero. Creo que la poesía es harina de otro costal.

Lo peor al redactar esta respuesta fue que no sentí placer al buscar y leer los fragmentos que aquí he puesto, tampoco me nació la intención de escribir más profundamente al respecto y sentí uno de los puntos mencionados en tu post: La tibieza.

Por otra parte, no es ningún secreto que la mayor riqueza de la ciudad venía anteriormente del campo, y que Mexicali se lo sigue tragando constantemente. Aunque ya desaparecieron ciertas cosas, como las mueblerías "El campesino", la gente tiene gustos sencillos. En comida: Carne asada, comida china. En música, igual. En cine, igual. En literatura, igual. Los valores primordiales son el trabajar duro y aguantar el calor. Entre más trabajas (y trabajo significa hacer esfuerzo físico, no estar sentado escribiendo o leyendo, eso "no vale") más se te respeta.

Pero creo que esto no es tan malo como parece. El primer error es asumirnos como mexicalenses. O como mexicanos. Al abandonar eso, el panorama no se ve tan negro.

En fin, podría seguir escribiendo, pero tengo mucho sueño.

akurtz said...

Agradezco el cuidado y dedicación que le has dado a tu comentario. En realidad se necesita más de esto.

Con respecto a lo que mencionas, a las referencias que haces de estos dos autores: con sus aciertos y desaveniencias, el acercamiento que Trujillo y Gutiérrez Vidal hacen del entorno, en su literatura, responde a necesidades "literarias" que a veces rebasan aquellas que quisieran abordar nuestra condición identitaria y cultural.

Lo que quiero decir es que, por ejemplo, en el caso de Gutiérrez Vidal, este texto responde a una necesidad literaria, que intenta experimentar con formas postmodernas de narración. En el caso de Trujillo, responde a su necesidad de continuar con la forma de la novela policíaca (Es por eso que sus personajes --en ese libro-- suenan sacados de un mal doblaje de The Maltese Falcon.

Es por ello que sus respectivas literaturas no logran ese "eco" correspondiente a lo que vemos allá afuera.

¿Qué vemos allá afuera? Eso es lo que probablemente quisiéramos responder de manera literaria.

Y aun más: ¿Qué de lo que vemos allá afuera podría a su vez establecer una representación universal del mundo en que vivimos?

El Dublín de Joyce, La Comala de Rulfo, incluso hasta el Macondo de García Márquez (a no decir de la visión disneylandesca de México en la novela Como agua para chocolate...digo, nomás le faltaron soniditos a las páginas del libro para que sonaran las campanas de una iglesia, el escándalo de unas gallinas espantadas y la voz de un pregonero, para completar sensorialmente el cliché), todas estas son representaciones de mundo (propio de la novelística moderna) que toman como referencia un entorno pero no lo localizan lo suficiente como para que sólo tenga sentido para quienes viven ahí. De esta manera, la voz de Bloom se vuelve universal, la multiplicidad de voces en Pedro Páramo (que son Faulknerianas; por cierto, otro "localista" que universalizó la visión del sur de EEUU), el fantaseo casi caricaturesco de Macondo, se convierten en Ficción, en literatura tal y como debe ser.

Puede reconocerse que, salvo la voz de Rafa Saavedra --intensa, rápida, discursiva, reflexiva, que sufre de Déficit de Atención al tiempo que lo reconoce-- que ES una voz "tijuanense", y que los personajes de Luis Humberto Crosthwaite --cuando no está haciendo lo que sabe hacer, que es narrar como un verdadero grande-- tienden a generar diálogos y situaciones impostadas, pero que ambos han generado una literatura, ya no digamos tijuanense, sino baja californiana; o sea, californiana.

Sin embargo, Mexicali no se ha encontrado este tipo de "estratagemas", por llamarlo de algún modo. Pero estamos trabajando en eso...

Sr. Renne Piraña said...

Centrase en la literatura mexicalense es como si todos pusieran a juicio al capitan de una nave por no ver la punta del iceberg con la que se embarro, cuando sabe que lo peligroso esta escondido debajo.

Anonymous said...

bueno, creo que llegué tarde a los comentarios, pero acabo de leerlos. ¿Cómo se llega tarde a un lugar donde no se es invitado? Creo que todos los chicaleros que vivimos en Mexicalor, nos sentimos así, como puestos en uina fiesta donde nadie nos invitó, no conocemos a casi nadie, quizás al que sirve la cerveza, y estamos aburridos de escuchar la misma música de siempre.
Me parece, y es una percepción nada más, que se andan por ramas demasiado académicas. Es decir, ¿qué define a un taco auténticamente mexicalense que lo diferencie, digamos, de un taco de Tecate? Cuál es la constitución del asfalto chicloso de chicali que lo defina diferente al asfalto de las calles de Ensenada, o de Timbuktú, ya que estamos? El taco sirve pa trgar y calmar el hambre, aquí y en todas partes donde se hagan tacos (excepto Taco Bell, ya lo sabemos). El asfalto sirve para que las ruedas de los carros rueden sin sobresalto y nada más. Por eso no estoy de acuerdo con ustedes en entablar una discusión sobre lo definitorio de la literatura mexicalense. Nobody cares. Pero no malinterpreten, está bien entablar discusiones de este tipo, pero no llegaremos a ningún lado tratando de encontrar algo que cuando lo encuentres lo tirarás otra vez. porque una piedra es una piedra es una piedra. la literatura hecha en Mexicali es sólo eso, hecha en ese sitio. La identidad es inencontrable, eterea, elusiva, y donde alguien cree que encontró el mapa genómico de la literaura de chicali se equivocará al próximo segundo, en la próxima página, en el siguiente libro, en la otra persona.
Qué importa dónde vives si no vives en libertad? Y a la inversa, qué importa que vivas en todas partes, si lo que importa es ser libre. Es decir, la identidad se imanta, viene de fuera, del ambiente social, cultural, se mete en ti y luego sale como un chorizo imaginativo hecho palabras, frases, cuentos, poemas, literaura. Quien pedantemente quiera "definir" eso como identidad de cierto lugar y de cierta literatura se perderá en los pasillos agrios de las academias y la verdadera literatura, la que se hace tocchos los días, le pasará de nochi.

Nota: por cierto que cada vez que pongo un comentario, abajito la máquina me pide que repita unas letras chuecas. esas letras últimamente han tenido sentido, quiero decir que no son del estilo de RYgutsi, o laMJILTO, sino son palabras en español, como letrilla, o bookstore, y así. ¿alguien escojerá las letras o es la ghost in da machín?

il tomasso pedante

akurtz said...

Gracias, tom.