29.11.09

A veces escribo nomás para saber qué es lo que termina siendo escrito.

"Ser" escrito me resulta incómodo, inquietante y a la vez cobarde: una manera de delegar la responsabilidad de lo que se dice a eso "otro" que podemos llamar flujo de la conciencia, azar o circunstancia, y que no tiene nada que ver y tiene todo que ver con eso que llamamos expresión escrita.

Creo que ambos, vistos como actos o manifestaciones, viven separados. El acto y la expresión, creo que son dos cosas distintas. Esto es, el "acto de escribir" que nada tiene que ver con la intencionalidad de lo que quiere expresarse desde el principio. Algo más o menos así está sucediendo conforme las líneas de estos párrafos se forman, una tras otra, pliegues, capas de un pensamiento que en algún momento fue expresión de una idea y que ahora lo que representa, creo yo, es el acto de escribir.

Pensamiento, obra, palabra u omisión. Siempre pensé que estábamos fritos con ese rango de pecados que determina la confesión litúrgica. Por mi culpa, por mi culpa por mi gran gran culpa. O mejor dicho, por la culpa del flujo, el tiempo, y un cada vez menor parámetro de atención (o un parámetro de atención que debe referirse a la realidad con más audacia) es imposible que la expresión sea un acto puro, conciso. Libre. Lo que es libre es el acto, lo que se escribe, lo que sucede al momento de escribir.

Por eso a veces escribo nomás para saber qué termina siendo escrito.

Ojalá fueran igual de audaces los políticos. Más audaces y menos cínicos, menos aferrados a sus tiempos y movimientos. Ojalá tuvieran agallas. Ya nadie tiene agallas en este mundo mudo, que ni siquiera reconoce el acto de escribir como un acto liberador, o el acto de repudiar ciertos órdenes político-sociales para romper con los estigmas, las cadenas y las estructuras y enseñarle a la gente que, a fin de cuentas, el acto es sólo eso, un acto, y se asumen las consecuencias (como la consecuencia de lo escrito) y se divierte en el camino, pero jamás se sienta en su trono y dice, "así son las cosas, no hay más que hacerle, este es un pueblo bruto que jamás estará contento, me encierro en mi propio mundo mudo y le digo a todos que ya salimos de la crisis."

¿Qué sucedería si nuestro presidente pensara como escritor, que fuera cometiendo "el acto" de escribir su historia para ver qué es lo que termina siendo escrito, más allá de la misma historia de ignominia a la que será sujeto, porque lo siento, pero el pobre tipo es gris, seguirá siendo gris, y nuestro país vive los tiempos grises que él nos hace merecer.

De perdida que fuera el primer presidente en cometer suicidio, ¿no? ¿Sería muy difícil creerlo? ¿Ya se ha hecho antes? ¿O ser el primero en romper con todos los protocolos y decirnos, "ok, cabrones, así está la cosa: todos vivimos una gran mentira bajo la tutela de X, Y y Z personas, y si no nos ponemos todos las pinches pilas, seguiremos repitiendo esa tragocomedia de mierda que ha sido la vida de nuestro país;" será posible imaginarlo así?

O que fuera el primero que a regañadientes saque a cuanto desgraciado amarrado a las filas jerárquicas del poder se encuentre, desde el más recalcitrante al más poderoso. O que fuera el primero que baile genuinamente, que sonría genuinamente, que abrace genuinamente a su esposa, a sus hijos, a sus compañeros, etc. Pero de perdida que sea, y que sea todo lo que nadie ha podido ser. Esto es, que escriba su historia sin averiguar qué va a suceder al final.

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