31.8.10

Los narcos caen. Los líderes caen. Las hojas de los árboles caen. La gente se cae de pronto, caen las lágrimas, caen las gotas, caen las lluvias y se esparcen por doquier. La bruma cae. Cae el sereno. La nieve. Caen los criminales y los ángeles. Los aviones se caen. La valentía se cae. Las cosas se caen. Los libros se caen de los libreros, las veladoras se caen de las mesas, el frasco de medicina se cae de la alacena, los adornos de yadró en casa de la abuela se caen, los rostros se caen, de pronto, cuando la vergüenza, cuando el infortunio, cuando la incredulidad. La brisa cae, de repente. El calor hace que se caigan los ánimos. Los edificios se caen, así como los puentes, algunas carreteras. El viento hace que las cosas se caigan, sobre todo nuevos vientos, que nunca se sabe cómo llegan, pero "nos caen." Hay cosas que jamás lo creeríamos, pero se caen. Ni siquiera podemos concebirlo. Las estructuras de acero de una construcción inamovible. La sonrisa del cínico. La falsedad.


Los sistemas se caen.

1 comment:

Muchacho Mostacho said...

La caída es uno de los grandes temas de la filosofía moral(ista). (Los antiguos testamentos son los culpables). Lástima que existe poca sensibilidad para aislar la caída a sus meras causas físicas, gravitacionales. La caída interrumpe procesos pues es un episodio de muerte. Ahora bien, la caída opera una comicidad simple (Bergson ya lo dijo). La oración final: "Los sistemas se caen", supone muchas cosas. Entre ellas, qué el verbo puede echarlos andar de nuevo. A cualquier sistema. Los narcos caerán, pero mañana Felipe Calderón los levantará, para qué cada cual siga en lo suyo: el Estado VS Delincuencia organizada. (Gracias medios de comunicación: gracias Gutenberg por democratizar las sagradas escrituras). Y así hasta la metastasis y la homeostasis. Todo cae en la medida en que se echa andar de nuevo.