21.11.11

Creo que lamento no haber aprovechado más la última vez que estuve con Daniel Sada. Pero es como todo, una regresión al pasado que nos hace arrepentirnos de las acciones y gestos más diminutos, porque después de un suceso como este, las cosas, las oportunidades, los cambios, dejan de ser posibles.

Estaba sentado en los escalones del pequeño anfiteatro al interior del CECUT; en la mesa de lectores, seis personas se disputaban la atención del público. Daniel sonrió al verme, hizo una serie de comentarios muy halagadores sobre mi novela (comentarios que atesoraré toda mi vida) y luego cada uno disipó su atención hacia otras cuestiones. Como que coincidimos en las maneras de ser hoscos y sociables al mismo tiempo.

Yo me quedé con la idea de que lo vería después. "Al rato."

Las únicas veces posteriores que me topé con él fueron en entrevistas, videos, el ocasional comentario de amigos y conocidos, notificaciones de premios y galardones, discusiones acaloradas sobre su obra, (robusta, compleja, polifonética, intricada) comentarios sobre su salud, noticias breves sobre su estado físico y, finalmente, el final.

Y este final me ha remitido a estos breves encuentros que tuve con Daniel a lo largo de mi vida. Cómo tuve oportunidad de presentar Porque parece mentira la verdad nunca se sabe en la Feria del Libro Universitario, y al presentarnos por primera vez me comentó "Oye, ¿y en serio la leíste toda? Qué flojera." O cuando sentí una especie de halago cuando le presenté a Raúl Zurita, y a Daniel le brillaron los ojitos como si estuviera ante la presencia de un ángel. Y creo que así lo era para él. A riesgo de sonar romántico, creo que Daniel Sada nunca dejó de admirar a los autores que lo conmovieron. Creo que los mejores escritores nunca dejan de ser fans de la literatura que los movió, que los perturbó, que los llevó de la A a la B sin vuelta pa'trás. En un taller, le preguntaron "si tuviera que escoger, ¿qué preferiría, leer o escribir?" A lo que él respondió, sin titubear ni un segundo, "Leer, definitivamente preferiría dedicarme a leer."

Creo que no dejaré de ver como fan a Daniel Sada. Fue quien me dio a entender, a través de sus libros, la elegancia con la que debe usarse el lenguaje. "Elocuencia," diría él. Pero la mejor literatura es aquella que nos permite bailar con la realidad descrita, al ritmo de una prosa que deshilvana y entreteje toda la complejidad de voces, vistas, sensaciones y sucesos que ocurren en la vida. No a todos "les sale," y no todos recurren al mismo tipo de orfebrería. Pero la intención, la tensión y la energía debe estar ahí. Para que nosotros la contemplemos, en silencio, metidos en un libro, dispuestos a ser trastocados.

Master Daniel, el viaje aun no ha terminado.

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