¿Recuerdan
cuando estábamos muertos, cuando no importaba si durábamos horas en silencio?
¿Recuerdan el silencio, esa diminuta palpitación del tiempo? ¿Recuerdan cuando
solíamos andar descalzos y el piso nos quemaba las plantas de los pies, pero
eso no importaba? ¿Recuerdan la importancia que tenían los sueños, cómo te
arropaban con sus trajes de demonios, de seda o de hiel? ¿Recuerdan cómo se
sentía una caricia a las tres de la tarde? ¿Recuerdan el último verdadero beso
que dieron? ¿O cuando podías escalar las bardas de casas vecinas para
inspeccionar desde la altura los predios ajenos? ¿Recuerdan el impacto que
tenían las voces de adultos en nuestras vidas? ¿Recuerdan cuando la guerra no
era más que el cuento épico que deshilvanaban los abuelos en una noche de
fiesta familiar, allá, en ese lánguido instante en el que las mesas callaban,
las palmeras suspendían su bailoteo y lo único que importaba eran las pausas y
recovecos en los que se entrometía el relato de tu ancestro? ¿Recuerdan cuando
jugábamos a ser pobres y desamparados, cobijados tan sólo con la bondad de los
extraños? ¿Recuerdan la primera vez que vieron una estrella fugaz? ¿Recuerdan
ese hoyo, ese hueco, ese primer vacío placentero que dejó en tu cuerpo el
primer orgasmo? ¿Recuerdan cuando una foto no decía más que un solo relato,
siempre ficticio, siempre ideal, sobre el pasado? ¿Recuerdan cuando la comezón
era comezón, la ceguera definitiva y el veneno mataba sólo a reyes y a falsos
profetas? ¿Recuerdan cuando la perfección era tangible, podías saborearla en tu
boca, podías dejar que la saliva del triunfo incidental dominara tus ánimos por
mucho tiempo? ¿Recuerdan las celebraciones de Año Nuevo? ¿Recuerdan cuando las
cosas importaban por lo menos un poquito? ¿Recuerdan el aroma de la loción de
sus padres, o del aceite impregnado en las ollas y sartenes de la cocina?
¿Recuerdan aquello que llamábamos salvación, y que jamás supimos lo que
significaba? ¿Recuerdan cuando estábamos vivos, y lo único que importaba era
olvidar la muerte? ¿Recuerdan cuando todo esto tenía sentido? ¿Recuerdan cuando
alguna vez creímos entender el amor? ¿Recuerdan la palabra “agallas”?
¿Recuerdan la primera vez que se ahogaron en el mar, que se rasparon una
rodilla, que les rompieron el corazón y que ese conjunto de incidentes
sucedieran más o menos en el mismo lapso de tiempo? ¿Recuerdan la primera vez
que olieron el cabello de otra persona? ¿O sus labios en la teta de sus madres?
¿Recuerdan acaso las morusas y aserrín incrustado al fondo del cajón del
escritorio? ¿Recuerdan la primera vez que una palabra los intrigó, o que por lo
menos los dejara imbéciles por unos momentos? ¿Recuerdan la primera tienda de
baratijas a la que entraron? ¿Recuerdan cuando todo esto tenía sentido?
¿Recuerdan a ese amigo incrustado como morusa o aserrín en el fondo de la
memoria, y de cómo una frasecilla y una sonrisa efímera son lo único que lo
sostienen en tus recuerdos? ¿Recuerdan cuando el Himno Nacional nos hacía bostezar
y alzar el pecho al mismo tiempo? ¿Recuerdan la primera vez que vieron el color
de sus ojos en un espejo? ¿Recuerdan cuando el sexo era aquello que siempre se
prometía natural pero que en realidad se volvió nefasto y complicado?
¿Recuerdan cuando ser niño significaba perderse en el mundo e inventar
respuestas para todas las preguntas? ¿Recuerdan el olor de las fresas, o de las
flores exóticas en casa de la vecina, la que canturreaba canciones que parecían
de un siglo perdido? ¿Recuerdan la tranquilidad de tomarte un trago en compañía
de nadie, ni siquiera de ti mismo? ¿Recuerdan el primer golpe que recibieron en
la mejilla? ¿Recuerdan su primera aparición? ¿Recuerdan cuando las historias
eran importantes?
No.
Yo tampoco lo recuerdo.