26.9.03

Me encanta observar los resquicios de cemento que forman el piso de la cochera de mi casa. Está conformado por seis bloques de cemento divididos por maderitas que dejan un espacio entre bloque y bloque. Ahí se concentra el polvo de mi pequeño mundito. Pue'que ahí se quede toda la mugre, neurosis, puede que ahí se derrame toda la bilis que me saca la vida.

Jalo la manguera y comienzo a "limpiar la loza". Dejo correr el chorro de agua por las ranuras, observo cómo la mugre, esa combinación de hojas de bugambilia, trozos de envolturas de dulce o papas fritas, colillas de cigarro, pequeñas excreciones del entorno que el viento empuja y deposita en esas regiones olvidadas por el ojo humano, atraviesan la ranura hasta despedirse del suelo que sostiene el peso de mi existencia. El que da paso a mi morada. A mi hogar.

Cuando tienes treinta y tres años el ojo se convierte en una ventana que despide la luz del cinismo, aquél que usamos como mecanismo de defensa para protegernos de la candidez o discordia intelectual de quienes forman parte de nuestras conversaciones, los que contribuyen a forjar nuestro cuerpo de conocimientos y experiencias. Abres la ventana y respiras. Descubres que, como esas ranuras que abultan las sobras y la tierra que la realidad va colocando aquí y allá, tienes que despedirte de ciertos lastres. Tienes que echar la mugre pa'fuera.

Dejarte de pendejadas.

Vivir en el mundo real. Suena menos conservador de lo que imaginan.

Escuchen. El juego no consiste en dejar que la gravedad construya a una persona más seria, menos honesta con sus propios impulsos, menos identificada con sus deseos. No se trata de esperar a que crezca la barriga, la barbilla, que aparezcan los primeros signos de luz blanquecina en las sienes, los primeros vellos gruesos de la nariz y las orejas, hablar con franqueza de los impuestos y codearte sólo con los que piensas verán tu envejecimiento. El juego consiste en vivir en paz con ello. Con el juego. Aceptar que la vida es un absurdo abrupto que no se detiene ni se tienta el corazón al momento de diseñar sus espectáculos. Aceptarlo, y dejar de estar inseguro al respecto. Aceptarlo todo. Cerrar los ojos y despertar por dentro. Observar la mugre que vienes cargando en los resquicios del poco o mucho pasado que vienes cargando en la memoria. Descargarla. Soltar el chorro de agua fría y contemplar el lento correr de la mugre. Decirte a tí mismo: "ya, acéptalo, de eso se trata. ya puedes tener plena seguridad que lo que has pensado todo este tiempo sí es, acertadamente, como lo pensabas."

Ahora: ¿What next?

Let's begin the beginning.

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