uno
Su sue�o es arrullado por las sirenas de la noche
las que advierten
notas rojas y muertes furtivas
revelaciones de la ma�ana siguiente,
que aparecen desnudas
in�tiles
y que le sirven de almohada, cobija o trapo limpiavidrios
armas que utiliza para sostener su cuerpo
en esta realidad
ciudad campo de batalla
arenero de kinder salvaje
donde justo en medio del juego
ocurre un lamento en las entra�as
del anonimato
unos tacos que solicita
con la displicencia de un viento
que interrumpe nuestro paso
siempre desencantado
sobre todo cuando vemos su miseria
Dar o no dar:
esa es la nueva y miserable cuesti�n
los autos cruzan sus voces rugientes
con la voz hambrienta de su est�mago
ambos hablan de intimidades
que se evaporan con el cambio de luz
de rojo a verde
la histeria, el deseo, la neurosis
y el silencio de esos ojos
que bailotean en el espejo retrovisor
derramados en el pavimento
Vida caminada con pies descalzos
su mirada el eco vac�o de los callejones
sus palabras en reposo
su piel la historia de los d�as
la marca del polvo,
el mapa de la tierra adherida al cuerpo
como una huella
un grabado de la conciencia
manos que tocan el sol
para cubrirse la vista
dibujan garigoleos en los parabrisas
imprimen su imagen del otro lado
una imagen que, como el ruido citadino
desaparece
cuando subimos el vidrio del conductor
Nunca decimos adi�s
siempre dicen que Dios te bendiga
con el pan de tu falsa virtud
el poeta
descubre en s� mismo una llama breve de humildad
y mejor se calla.
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